María Corina y Edmundo no son fascistas ,tampoco ultraderechistas , ni apátridas

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Por Reinaldo Quijada.

Una matriz de opinión que busca establecer el gobierno. Ni María Corina, ni Edmundo lo son. ¿Quiénes, si no es por profundas convicciones, por grandes sentimientos de amor, van a asumir los riesgos que ellos están asumiendo? El gobierno hace referencia a actos vandálicos, que bien pudiéramos señalar de fascistas. Algunos pudieran haber sido propiciados por partidarios del gobierno para culpar a la oposición, otros por partidarios de la oposición. Es de una gran hipocresía no admitir que, en ambos bandos, hay sectores extremistas, de derecha y de izquierda. Ambos repudiables.

Mi apoyo y respeto, al empeño, inteligencia y valentía de María Corina Machado, mil veces desvirtuada, banalizada y satanizada en sus acciones y palabras. Juicios “a priori” de intolerancia ideológica. Compartimos su propuesta de una “forma distinta de hacer política”, del “no reparto del país en cuotas de poder”, de “anteponer al ciudadano por encima de los partidos”. Lo opuesto al fascismo. Un discurso que ha sido consistente, de lo que identificamos como “la política entendida desde su dimensión ética”. Extendemos esas coincidencias a la persona de Edmundo González.

Quien esto escribe es una persona de izquierda. El presidente Chávez, en al año 2011, señaló, con generosidad, refiriéndose a mi persona: “ Mi buen amigo Reinaldo Quijada, siempre crítico, siempre crítico, necesitamos gente así en la revolución ”. Lo señaló, en una de sus acostumbradas cadenas de radio y TV. Creo no haber hecho este comentario en ningún escrito anterior. En estos momentos cruciales para el país siento la necesidad interna, diría por exigencia moral, de compartirlo.

En los años 2003 al 2006, como uno de los miembros de la Dirección Nacional de Clase Media en Positivo, o después en los años 2007 al 2012 cuando estuve vinculado al PSUV, tuve la oportunidad de ascender a lo interno. No lo busqué. Ese ascenso, en lo personal, hubiese tenido para mí, un excesivo costo moral, al cual nunca estuve dispuesto.

Las contradicciones políticas se iniciaron – muchas personas se sorprenden cuando lo he señalado – en el mismo primer año, año 1999, del primer periodo de Chávez. Contradicciones de su entorno, del poder, que trascendieron al propio líder del proceso político. Fui testigo directo de ellas y las señalé en su momento. No había espacio efectivo para la crítica. Podría escribir un extenso documento al respecto. Esas contradicciones llegaron a su cúspide con la enfermedad del presidente Chávez.

Sigo valorando palabras como revolución, socialismo o izquierda, hoy todas ellas palabras mancilladas en las esferas del gobierno. Siempre creeré que la política debe tener algún sentido moral. Y, debo decirlo, siempre me he identificado con movimientos humanistas, como el movimiento del mayo francés de 1968, y con sus famosas y hermosas consignas como “prohibido prohibir” o “la imaginación al poder”, frases ajenas a los tiempos que vivimos. Hoy predomina la vulgaridad. “Hombres huecos”, “hombres de aserrín”, hombres y mujeres también – me permito tomar prestadas estas palabras del poeta T.S. Elliot – es el único paisaje político que logro ver en el campo oficial.

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