Análisis de la conducta organizacional de los partidos políticos, elaborado por Óscar Ceballos. Abogado UCV, Politólogo MD. Especialización en Administración Pública. Ohio University Athens Ohio. Ex Inspector de Tribunales.
Uno de los grandes espejismos de los políticos y de quienes se inician en este difícil arte u ocupación social, es caer en el “triunfalismo emocional.” El triunfalismo político es la pandemia del político en toda campaña política. Generalmente, el político parte que la política es una ciencia, donde se asume que la lógica y la racionalidad deben imponerse en política, cuando la prédica y el carisma del líder “toca” los sufrimientos y los sentimientos populares, en casi todos los estratos sociales. Es lo que los Psicólogos, Sociólogos, Periodistas y Politólogos denominan, “la conectividad social” del liderazgo político. Sin embargo, la realidad práctica demuestra que ello es una verdad relativa, ya que la política no es realmente una ciencia, sino un arte matizado por ideas, convicciones, emociones y símbolos. De manera, que el político que ignora esta realidad, transitará un camino de espejismos, de sueños y fantasías.
En años de experiencia académica y de algunas prácticas políticas, he observado como los políticos fracasan y se derrumban una y otra vez estrepitosamente, ante el espejismo del triunfalismo emocional, incluyendo a gobernantes, que asumen que la política es una ciencia tan exacta y tan lógica como la matemática o las ciencias meramente objetivas de resultados.
He observado en la historia política comparada, como políticos con disímiles carreras universitarias y profesiones, donde el triunfalismo emocional los ha hecho fracasar sorpresivamente, a pesar de sus sapiencias.
El triunfalismo emocional político es una suerte de fanatismo radical, individual y colectivo, que embarga tanto al político activo que aspira a ser electo, como al elector votante pasivo, que aspira que su líder tome el poder político.
El triunfalismo emocional, viene siendo una suerte de fanatismo radical individual, casi patológico, donde el sustrato o fundamento del triunfalismo emocional es un dogma de fe, casi religioso.
Cuando el triunfalismo emocional invade al político o al individuo, ambos terminan alienados y fanatizados, al extremo que no aceptan encuestas ni realidades contrastantes de ideas o hechos en una contienda política. Esta conducta es conocida por los sociólogos, teóricos organizacionales y por los psicólogos especialmente, como la “conducta organizacional” de las organizaciones políticas, que muchas veces se configura como la “base dura” de un partido, de una organización o de un gobierno, en el cual se asume una especie de solidaridad, adoración y devoción, casi de carácter religioso, no susceptible de convencer, en la gran mayoría de los casos.
La mejor expresión y ejemplo del triunfalismo emocional político, está en el culto y la reverencia a la personalidad del líder, donde es sujeto de admiraciones y alabanzas hiperbólicas a los atributos, conocidos o “descubiertos” del líder político. También se observa que en esta fase del triunfalismo político emocional, existe una especie de creencia mesiánica, ante el líder político, donde las reverencias y las alabanzas sobran.
Los Psicólogos en su gran mayoría denominan a esta posiciones emocionales del triunfalismo emocional, como una posición de carácter estructural mental del individuo, en el sentido de que es, el resultado de una posición mental alienada e irreversible, que no admite ninguna idea contraria contra su líder, bajo ninguna naturaleza. Confirmándose así la teoría del dirigente y el dirigido ciego.
El desconocimiento de que la diversidad social y política son parte de un escenario social estructural, donde la homogeneidad y la razón pura, no tienen cabida, y que solo la creatividad y el arte, son las herramientas naturales de la política, matizadas de acuerdos precarios o temporales, que conducen a quien lo ignora o desconoce a fanatismos radicales. Observándose que estas herramientas del arte y la creatividad, son las que rigen los escenarios políticos, para la toma del poder político y no los dogmas y extremismos.
Sin embargo, algunas posiciones sostienen que el carácter social y las emociones triunfalistas son un subproducto, moldeado por la publicidad y el dinero, argumentando que son la llave o combustible, para la toma del poder político.
En el mundo occidental esta es una verdad que si bien no es absoluta, no puede ser ignorada totalmente, es decir los “recursos”. Los políticos del capitalismo dicen que el dinero hacen el voto y las emociones, mientras que los políticos populistas dicen que la dádiva compasiva hace el voto y las emociones.
En América del Norte existe un adagio que dice que “el dinero hace el voto.”
En el triunfalismo emocional, el líder y el individuo, muchas veces son son víctimas de la histeria colectiva, en el cual el individuo, sin percatarse, diluye su identidad individual, en una masa emocional colectiva, que le conduce políticamente a desafiar riesgos y muchas veces, a escenarios racionales.
La conexión emocional del líder con la sociedad, y viceversa, es un factor bilateral esencial que permite no sólo la legitimación de las ideas, sino también la solidaridad y la unión, para la toma del poder político, pero no necesariamente ello es cierto, vinculante y decisivo para la toma del poder político.
Cuando las emociones desbordan la racionalidad y el tiempo de espera, ello se convierte en una especie de fanatismo o dogma en cualquier organización. Cuando esto sucede, entonces, emergen los “códigos morales” de conducta, la solidaridad automática, el sectarismo y otros fanatismos que hacen difícil alcanzar el objetivo de dichas organizaciones y tienden a alejarse de la sociedad.
Los triunfalismos políticos emocionales suelen encontrar sus diques de contención en los gobiernos autócratas y en las instituciones sin autonomía e independencia y entonces se tiene que recurrir a la complementariedad internacional.
El propósito de este artículo es de carácter pedagógico, en el sentido de incidir a conducir o manejar la conducta política y no política de tal forma, que si bien no deben estar ausentes las emociones, las mismas deben de ser racionales y temporales y nunca bajo la égida de un dogma sin fronteras, que generalmente sólo conducen a posiciones radicales, caudillescas y mesiánicas, que en el fondo no sólo comportan un complejo de superioridad, sino también el desconocimiento, de que el esplendor de la humanidad, está en conocer su diversidad y que ella es el factor que ratifica nuestra perfectibilidad y competencia, en una dinámica social, política religioso y deportiva saludable. La diversidad es el factor o combustible de la competencia gallarda y necesaria, para un equilibrio social benigno, desde el punto de vista político, religioso y deportivo saludable socialmente. El Pensador y asceta solitario Omar Palma sostiene que el triunfalismo emocional si bien es un piso o cimiento de anime, ello es propio de la naturaleza humana.
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Saludos cordiales,
Es bien alentadora éste tipo de análisis y orientaciones pedagógicas en la política, las cuales son necesarias para responder a los retos de los desafíos de los nuevos tiempos con los cuales estoy totalmente de acuerdo.
Ciertamente, la Política la debemos conceptualizar como la Ciencia y el Arte de Gobernar, es decir, que no solo debe estar provista de certezas y dogmas, sino también, de Prudencia y creatividad para alcanzar sus fines.