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En una pequeña hacienda, en el Estado Bolívar, via Guasipati. Vivía un joven guapo, responsable y trabajador, llamado Marcos, junto a su anciana madre, doña «Chuchita», cómo cariñosamente la conocían todos.
Llevaban una vida tranquila en la hacienda, junto a sus trabajadores (gente de confianza). Marcos, acostumbraba a pasar horas en su pequeño taller de carpintería, elaborando diseños únicos, tallados en madera. El oficio de carpintero, lo aprendió desde muy pequeño de su difunto padre, don Julián, quien había partido hace 2 años.
Todo parecía ir de viento en popa. Cuando de pronto, por esos reveses de la vida, la calamidad golpeó su puerta.
A doña María, le dió un infarto y después de estar internada en la clínica por tres meses, murió. Luego del funeral, apesadumbrado por el dolor y cansancio emocional; una peste azotó la pequeña hacienda, matando gallinas, puercos y vacas. Los acreedores comenzaron a presionarle para que pagara las deudas pendientes y ya casi al borde de la quiebra; decide hipotecar la hacienda. Horas más tarde, se encuentra con la noticia; que todos los pedidos al interior del país de las piezas de maderas, no pudieron salir a tiempo porque faltaban algunos permisos.
Allí, estaba Marcos, desmoralizado, desesperanzado, sintiéndose sólo; sin saber que hacer es asaltado por una idea:Hacer un viaje
Prepara un morral como equipaje, encarga la hacienda a sus trabajadores y sale rumbo al aeropuerto, en el camino sentía mucho pesar y se llenó de temor. Fué otro viaje de culpa, como el que experimentó cuando murió su padre por no estar con el en ese momento.
Reservó su boleto en la línea: «Vuelo 945», el destino era: la «Ciudad estoy acabado, ya no puedo más», con escala en la «Ciudad ¡Que Decepción!» Lo curioso al montar el avión, que nadie llevaba mucho equipaje solo un morral en la espalda al igual que Marcos.
Al bajarse del avión, toma un taxi que lo dirige al Hotel:»Último Recurso», al llegar se encuentra con una bienvenida en el salón:»Autocompasión», sólo para pasajeros del vuelo 945. Al registrarse se da cuenta que todos sus colegas y viejos amigos de la infancia, están en esas listas.
Toda la familia: «Soy un desastre», la familia hacer: haría, hice e hiciese. Las populares: «Ingratitud y Baja estima»; también estaban allí: «El señor sueños rotos», con su amiga, la señorita: «Es mi culpa», y su antigua novia: «Mis amargura».
Todos hacían mucho ruido. Sólo buscaban entretenimiento, para olvidar.
Mientras, Marcos, se daba una ducha en su habitación para descansar esa noche, meditaba en todo lo vivido ese último tiempo, y ya más sereno, entendió que no había Sido buena idea, viajar en el vuelo 945.
Sabía que todas esas personas estaban allí en el hotel, porque sin darse cuenta, las había traído consigo. Por lo tanto, sólo el, tenía el poder de mandarlos de vuelta.
¡Todo lo que tenía que hacer era volver al presente, dejar de huir; aunque no fuera nada fácil enfrentar los problemas!. ¡Tenía que hacerlo! aunque eso implicara coraje, para dar la bienvenida a un nuevo comienzo!.
Si se encuentra embarcado en: «El vuelo 945», reconozca que es un viaje que usted mismo planeo y que puede cancelar en cualquier momento, sin multa alguna. Pero sólo usted puede hacerlo.
¡No sé rinda siga adelante!.