Periodismo en tiempos de Dictadura

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El ejercicio del periodismo siempre ha sido considerado una profesión de alto riesgo para quienes lo ejercemos, ya sea de manera independiente o para cualquier medio de comunicación de masas, tal como lo acuñó hace más medio siglo Marshall McLuhan. Ser periodista implica, además, una serie de valores, éticos y morales, que ineludible y obligatoriamente deben de desembocar en un callejón sin salida con, vaya paradoja, un amplio y único horizonte que se llama LA VERDAD.

El genuino y único periodismo se debe ejercer obedeciendo inexorablemente a las exigencias de la sociedad en donde se desenvuelve y debe, sin ningún tipo de contemplaciones, ser un Contrapoder frente a los poderes fácticos llámese Gobierno, Económico, Financiero, Religioso o grupos sociales de presión, que persiguen y son capaces de imponer sus dictados.

Por eso que muchos le temen al buen periodismo, lo adversan de manera frontal o solapadamente, intentando sobornarlo y amedrentarlo en muchos casos y de diversas maneras, comprando su silencio o acallando, física o moralmente, al mensajero. Y les asusta porque en una sociedad de cómplices, son muchos los poderosos los que tienen numerosas verdades que ocultar.

Desde que se inventó la escritura y se popularizó la lectura, más con el advenimiento de la Imprenta de Gutenberg, siempre se buscó manipular la verdad, ocultarla desaparecerla. En la Edad Media la única verdad aceptada era la de los Conventos y las distintas Órdenes Religiosas (muy bien lo plasmó en su libro En Nombre la Rosa el periodista, escritor y filósofo italiano Umberto Eco), en donde la voz del Papa era la voz de Dios. Manipulando se intentó ocultar las rutas comerciales de ese entonces, en Oriente y Occidente, desinformar sobre ellas. A los poderosos reyes, príncipes y comerciantes les interesaba que solo ellos las conocieran.

De igual manera, los desenlaces de batallas, guerras y conquistas fueron presa fácil de la desinformación, ya sea para despistar al contrincante, desanimarlos y permear en un colectivo social para desesperanzarlo. La primera víctima en cualquier confrontación, ideológica o en el campo de batalla, es la Verdad.

En tiempos llamados democráticos, el ejercicio del periodismo es tan víctima como en los tiempos de dictadura. Con la diferencia que los métodos de amedrentamiento son más sutiles, sofisticados, buscando guardar las apariencias frente a lo que vivimos en épocas dictatoriales, donde hoy y siempre los métodos no se disfrazan. La persecución, el acoso, la desaparición física, a periodistas y medios, son frontales y sanguinarios.

Decía que el periodismo y su ejercicio se debe confrontar con los poderes dominantes. Ser y estar consciente de su verdadero papel, obedeciendo a las exigencias del pueblo, de la sociedad en donde se desenvuelve y a quien exclusivamente se debe. Cualquier otra práctica dirigida a adular, de intentar levantar loas a quienes ejercen el poder, es simple y llanamente un vulgar ejercicio de zalamería reporteril, de corrupción comunicacional, tergiversación, mentir a cambio de favores ocultos. Ni siquiera puede llamarse relaciones públicas.

Lamentablemente, nuestro medio periodístico está lleno de ejecutantes colorados, receptores de las migajas que caen de la mesa del poderoso. Da vergüenza como un número importante de comunicadores se han lucrado con el palangrismo militante sin ruborizarse.

En Venezuela, el ejercicio del verdadero periodismo se ha constituido en una tarea ciclópea, titánica, llena de riesgos. Diariamente te devanas escogiendo el tema de marras en los términos más idóneos para plasmarlas quirúrgicamente para que el perseguidor, sea el vecino de tu cuadra, Conatel o cualquier todo poderoso cívico-militar-ministerial-presidencial, en su desvarío descerebrado, no interprete lo que dices como un atentado terrorista o una incitación al odio.

Son muchos los consejos: ten cuidado, resguárdate, entre otros. Pero a decir verdad el coraje y el deseo de Libertad se sobreponen siempre a ese miedo latente, a ese temor que siempre, en tiempos de dictadura, te persigue constantemente. Te asalta y sobresalta en las madrugadas, intentando dar con la frase correcta que descifren nuestros lectores pero que se mantenga cifrada frente a las limitadas mentes e incapacidad de razonar de los censores y represores.

El gusanillo del buen y genuino periodismo siempre termina imponiéndose, a pesar de los riesgos, a pesar de las tristes y duras narraciones de aquellos colegas, muchos amigos y ex compañeros de reporterismo en las décadas de los ochenta y noventa, como Roland Carreño, Carmela Luongo, entre muchos. Unos encarcelados, otros obligados a asilarse, otros a refugiarse en embajadas de países amigos como Omar González, otros en la clandestinidad, todo por decir y sacar a relucir La Verdad, esa que a muchos poderosos les inquieta, los incomoda y, sobre manera, los asusta cuando por fin ella logre prevalecer.

Mi solidaridad y apoyo al colega Luis Gonzalo Pérez, periodista y biógrafo de la líder María Corina Machado, quien tuvo que salir huyendo de Venezuela, hace poco y desde Colombia dio su testimonio de las amenazas y persecuciones que sufrió, él y su familia. Las dictaduras siempre, siempre caen, el buen periodismo siempre se mantiene vigente e través de la historia, a pesar de los tiempos oscuros porque La Verdad y La Libertad son tercas y terminan imponiéndose, desnudando los horrores de todas las tiranías.

Un comentario

  1. Definitivamente el periodismo se ha convertido desde hace muchos años en la fuente de información para que el ser humano, desde lo más básico hasta lo más sofisticado, se envuelva en la realidad acontecida. Sin información y sin comunicación la sociedad no avanza, se estanca. Y se convierte en esclava de la ignorancia en todos los aspectos de la vida diaria. A mis amigos periodistas sigan informando hasta que la democracia reine en nuestro país .

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