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Todos los demócratas y luchadores por la Libertad de Venezuela tenemos fresca en la memoria las luchas, atropellos, torturas y destinos finales que sufrieron el Capitán de la Guardia Nacional Juan Carlos Caguaripano Scott, la del concejal Carlos Albán, el Capitán Acosta Arévalo y la del funcionario policial Oscar Pérez. El primero preso en las mazmorras de la dictadura desde el 2017. Los otros tres asesinados y ninguno, salvo mantenerlos en el recuerdo, sin poder hacer absolutamente nada, desde el punto de vista práctico, por el rescate de la Democracia del país.
Ante el largo y comprobado historial represivo, de persecución y criminal del régimen de Nicolás Maduro y toda la zaga revolucionaria bolivariana, desde su resonante triunfo el 28 de julio pasado, el presidente electo Edmundo González Urrutia tenía trazado, si seguía permaneciendo en Venezuela, cuatro destinos: la cárcel, el cementerio, la inocua clandestinidad (a su edad) o el doloroso e inevitable exilio.
Ante las voces que se alzan, con todo derecho, que el exilio de Edmundo González se constituye en un “triunfo” para Maduro y toda su estructura de subyugación y dominio total de la sociedad, creo que él hace mucho más a favor de la causa libertaria, como Presidente Electo en libertad y con todo su bagaje y experiencia diplomática, moviéndose entre los principales círculos de poder y donde se toman las decisiones más trascendentales, tanto en Europa como en América, a favor de Venezuela y las aspiraciones democráticas de todos los venezolanos, que encarcelado, mutilado en su accionar en una embajada o a tres metros bajo tierra.
Prefiero un millón de veces a un EGU exponiendo, ante los 705 parlamentarios de la Unión Europea, con su fluido inglés o su versátil castellano, la cruda y vergonzosa realidad de la sangrienta dictadura de Maduro y él como vivo ejemplo de lo que afirma sobre la represión y persecución instalada en Venezuela como política de estado, que encerrado en una sede diplomática como refugiado hasta el infinitum. Lo valoro más desplazándose y tomando contacto con los gobiernos de las principales democracias europeas y americanas, tomando acciones, decisiones y pidiendo apoyo para la causa de Venezuela que encabeza María Corina Machado y gestionado, sin ambages, su reconocimiento como el presidente de todos los venezolanos a partir del 10 de enero de 2025, que en el Helicoide, el centro de torturas más grande de América Latina.
Mucho menos lo quiero contemplándolo entre nosotros en una lúgubre y multitudinaria ceremonia para su última despedida. Lo deseo, legitimado por más de ocho millones de votos, entrando y recibido por los huéspedes de la Casa Blanca e invitado de honor en la Oficina Oval, sitio donde se toman las más disímiles decisiones sobre el devenir de la humanidad y, por ende, sobre la Democracia y Libertad de Venezuela. O estrechado la mano en El Palacio de La Moneda a un Gabriel Boric, quien se la ha jugado por los venezolanos, o en un efusivo abrazo con un Javier Milei en la Casa Rosada, analizando y tomando medidas para recuperar a Venezuela.
Como muy bien lo apuntara María Corina, “A partir de nuestra histórica victoria del 28 de julio de 2024, el régimen desató una brutal ola de represión en contra de todos los ciudadanos, calificada como terrorismo de estado por la CIDH, la cual incluyó todo tipo de ataques contra el Presidente Electo y su entorno”.
Aunque nos cueste admitirlo, lo del exilio fue una dolorosa decisión obligada por las fuerzas de las circunstancias, que nos es dura admitirla, sí, pero debemos comprenderla a la luz de lo que se esbozaba alrededor de EGU que, incluso, lo podrían haber llevado a la muerte. No es necesario recordarle a quienes nos enfrentamos.
La historia de las democracias de la humanidad está plagada de ejemplos de líderes que, en su momento, se vieron forzados a exiliarse de sus países para, luego de un tiempo, retornar triunfantes a tomar las riendas de los destinos de sus respectivas naciones. El reconocido Padre de la Democracia venezolana, Rómulo Betancourt, es nuestro más claro y cercano paradigma. Estoy seguro que con nuestro Presidente Electo sucederá lo mismo, más temprano que tarde, y para que ello suceda con nuestro Presidente Electo, Edmundo González, lo necesitamos vivo. No queremos más Pérez, Acosta o Arévalo, entre muchos otros que ya no están con nosotros, especialmente esa camada de muchachos que ofrendó sus vidas durante las sanguinarias protestas en 2014, 2017 y que, lamentablemente, prosiguen en este 2024.
Pronto conoceremos los pormenores de las negociaciones entre el régimen de Nicolás Maduro, el Reino de los Países Bajos (donde se encontraba refugiado EGU), España (país que lo admitió como exiliado y que este próximo martes su Parlamento votará una moción reconociendo a González Urrutia como Presidente Electo de Venezuela) y María Corina Machado y sus aliados; en donde la salida del país se convino a cambio de cesar, entre otras medidas como la libertad de los presos políticos, el hostigamiento y la salida de los líderes Vente Venezuela que se encuentran en la embajada de Argentina en Caracas, ahora bajo bandera de la República Federativa de Brasil.
Esta última jugada en el peligroso tablero de la política venezolana e internacional, hunde aún más a Nicolás Maduro y su séquito. Hasta ahora, salvo las crápulas de Cuba, China, Irán, Nicaragua y Rusia, no ha habido nación en el mundo que no le haya brindado respaldo y ofrecimientos de apoyos a Edmundo González Urrutia, como en el ajedrez priorizando la vida del Rey, y a María Corina Machado, a quien, no se nos olvide, hay que resguardarla y protegerla como el Santo Grial de la Democracia Venezolana pues, al igual que millones de venezolanos, ella se mantiene en pie de lucha entre nosotros por los valores genuinos de la idiosincrasia independentista de Venezuela. Aquí nadie se rinde porque todos los demócratas tenemos claro que la lucha es Hasta el Final. ¡Viva Venezuela Libre, Carajo!